miércoles, 31 de marzo de 2010

Palabra de Dios del Miercoles 31 de Marzo del 2010

Liturgia de las Horas: 2da. Semana del Salterio
Color: Morado
Santoral

Lecturas de la liturgia
  • Primera Lectura: Isaías 50, 4-9
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    En aquellos días dijo Isaías: Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los iniciados.
    El Señor Dios me ha abierto el oído y yo no me he rebelado ni me he echado atrás. Ofrecí la espalda a los que golpeaban, la mejilla a los que mesaban mi barba. No oculté el rostro a insultos y salivazos.
    Mi Señor me ayudaba, por eso no me quedaba confundido, por eso ofrecí el rostro como pedernal, y sé que no quedaré avergonzado. Tengo cerca a mi abogado, ¿quién pleiteará contra mí? Vamos a enfrentarnos: ¿Quién es mi rival? Que se acerque. Mirad, mi Señor me ayuda: ¿quién probará que soy culpable?
  • Salmo Responsorial: 68
    "Señor, que tu bondad me escuche en el día de tu favor" Por ti he aguantado afrentas,
    la vergüenza cubrió mi rostro.
    Soy un extraño para mis heermanos,
    un extranjero para los hijos de mi madre;
    porque me devora el celo de tu templo,
    y las afrentas con que te afrentan caen sobre mí. R.
    La afrenta me destroza el corazón,
    y desfallezco.
    Espero compasión, y no la hay,
    consoladores, y no los encuentro.
    En mi comida me echaron hiel,
    para mi sed me dieron vinagre.R.
    Alabaré el nombre de Dios con cantos,
    proclamaré su grandeza con acción de gracias.
    Miradlo, los humildes, y alegráos,
    buscad al Señor, y vivirá vuestro corazón.
    Que el Señor escucha a sus pobres,
    no desprecia a sus cautivos. R

  • Evangelio: Mateo 26, 14-25
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    En aquel tiempo, uno de los doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y les propuso: ¿Qué estáis dispuestos a darme si os lo entrego? Ellos se ajustaron con él en treinta monedas. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.
    El primer día de los ázimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: ¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua? El contesto: Id a casa de Fulano y decidle: "El Maestro dice: mi momento está cerca; deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos".
    Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua. Al atardecer se puso a la mesa con los doce. Mientras comían, dijo: Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar. Ellos consternados se pusieron a preguntarle uno tras otro: ¿Soy yo acaso, Señor? El respondió: El que ha mojado en la misma fuente que yo, ése me va a entregar. El Hijo el Hombre se va como está escrito de él; pero ¡ay del que va a entregar al Hijo del Hombre!, más le valdría no haber nacido. Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar: ¡Soy yo acaso, Maestro? El respondió: Así es.
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Comentario: Me espabila el oído

31-03-2010 Is 50,4-9; Sal 68; Mt 26,14.25
Cada mañana me espabila el oído. Curioso la importancia que se da al oído una y otra vez. ¿Será porque lo principal es la palabra? Para dar al abatido una palabra de aliento nos dice Isaías. ¿Para escuchar la voz del Señor que le marca el camino de la obediencia a su Hijo? ¿Porque nos escucha en su gran bondad? ¿Para que cantemos cantos de alabanza a su Nombre? Sorprende la importancia del oído, cuando todo se da en la carne que se clava en la cruz. Descubríamos ayer una mirada, pero no podemos olvidar la importancia de las palabras de Jesús en la cruz, a donde fue llevado como manso cordero que acogía en silencio lo que le acontecía. Sin protesta, en silencio. En silencio de palabras, como no fueran las de la propia oración de los salmos. Dios mío, Dios mío, por qué me has desamparado.
La liturgia mientras tanto nos pone por tercera vez a Judas Iscariote. Tampoco él se calló, pues fue a los sumos sacerdotes y les propuso: ¿qué estáis dispuesto a darme si os lo entrego? Sus palabras de traición se convertirán en acto de entrega a la muerte en cruz. Nuestras palabras, ¿tienen siempre este alcance? Cerramos la boca y el oído a la voz de los menesterosos que claman nuestra ayuda y cariño. Mas de esta manera los arrojamos a la cruz de Cristo. Donde, destrozados, sin voz, con los huesos también ellos quebrantados, son acogidos por el corazón y la carne de Cristo que, en esa misma cruz, se ofrece a ellos, y a nosotros de igual forma, como alimento, como bebida, como manjar de vida eterna.
Oímos su demanda. ¿Dónde quieres que preparemos la cena de Pascua? Haced esto y eso nos dice. Siempre su palabra. Y mientras comía irrumpe: Mi momento esta cerca. ¿Momento de qué? Del ofrecimiento en la cruz. El momento de nuestra redención. Mas Judas el Iscariote no acepta ese momento, lo ha trastocado todo con una ideología de poder, seguramente, y quiere que las cosas de Jesús vayan por donde él indica. Pero su palabra no es obediente, sino mentirosa. Se busca a sí mismo en ella. No quiere llorar lágrimas amargas por lo que está haciendo. Él tiene razón. Los otros son unos mentecatos que no saben dónde esta la cuestión del poder. Se dejan subyugar por la palabra inocua de Jesús. Pero yo no. Sé interpretar las palabras y los gestos. De esa manera no vamos a ninguna parte, si no es al engaño y a la dejación de nuestra propia palabra.
Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar. Qué insistencia esta a la que nos lleva la liturgia de los tres primeros días de la Semana Santa. ¿Acaso yo, Señor? Te entrego, sí, pero tengo razón, lo hago con razones seguras, porque tu palabra no nos lleva a ninguna parte con fundamento. Mas ¿no es una traición lo que estás haciendo? ¿No te vendes por treinta monedas, como estaba anunciado? No, qué dices, yo no me vendo, es una compensación por el bien que hago…
Sorprende la capacidad de engaño que tenemos, enroscándonos en nuestras propias palabras, cerrando el oído, en cambio, a la Palabra de Dios que se nos pronuncia en Cristo Jesús; que nos alcanza en él, pues él mismo es la Palabra. ¿Seremos capaces de oír para ver el espectáculo de la cruz? Aunque sea, Señor, llorando también nosotros lágrimas amargas, como Pedro. ¡Espabílanos el oído para verte!

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Palabra de Dios del Martes 30 de Marzo del 2010

Liturgia de las Horas: 2da. Semana del Salterio
Color: Morado
Santoral

Lecturas de la liturgia
  • Primera Lectura: Isaías 49, 1-6
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    Escuchadme, islas; atended, pueblos lejanos: Estaba yo en el vientre, y el Señor me llamó en las entrañas maternas, y pronunció mi nombre. Hizo de mi boca una espada afilada, me escondió en la sombra de su mano; me hizo flecha bruñida, me guardó en su aljaba y me dijo: "Tu eres mi esclavo (Israel), de quien estoy orgulloso".
    Mientras yo pensaba: "En vano me he cansado, en viento y en nada he gastado mis fuerzas", en realidad mi derecho lo llevaba el Señor, mi salario lo tenía mi Dios.
    Y ahora habla el Señor, que desde el vientre me formó siervo suyo, para que le trajese a Jacob, para que le reuniese a Israel, -tanto me honró el Señor y mi Dios fue mi fuerza-. Es poco que seas mi siervo y restablezcas las tribus de Jacob y conviertas a los supervivientes de Israel: te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra.
  • Interleccional: Mi boca contará tu auxilio

    A ti, Señor, me acojo:
    no quede yo derrotado para siempre;
    tú que eres justo,
    líbrame y ponme a salvo,
    inclina a mí tu oído, y sálvame. R.
    Sé tú mi roca de refugio,
    el alcázar donde me salve,
    porque mi peña y mi alcázar eres tú.
    Dios mío, líbrame de la mano perversa. R.
    Porque tú, Dios mío, fuiste mi esperanza
    Y mi confianza, Señor, desde mi juventud.
    En el vientre materno ya me apoyaba en ti,
    en el seno, tú me sostenías. R.
    Mi boca contará tu auxilio,
    y todo el día tu salvación.
    Dios mío, me instruiste desde mi juventud,
    y hasta hoy relato tus maravillas. R.
  • Evangelio: Juan 13, 21-33. 36-38
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    En aquel tiempo, Jesús, profundamente conmovido, dijo: Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar.
    Los discípulos se miraron unos a otros perplejos, por no saber de quién lo decía. Uno de ellos, al que Jesús tanto amaba, estaba a la mesa a su derecho. Simón Pedro le hizo señas para que averiguase por quién lo decía. Entonces el, apoyándose en el pecho de Jesús, le pregunto Señor: ¿quién es?
    Le contestó Jesús: Aquél a quien yo le dé este trozo de pan untado. Y untando el pan se lo dio a Judas, hijo de Simón el Iscariote. Detrás del pan, entró en él Satanás. Entonces Jesús le dijo: Lo que tienes que hacer hazlo en seguida.
    Ninguno de los comensales entendió a qué se refería. Como Judas guardaba la bolsa, algunos suponían que Jesús le encargaba comprar lo necesario para la fiesta o dar algo a los pobres.
    Judas, después de tomar el pan, salió inmediatamente. Era de noche. Cuando salió dijo Jesús: Ahora es glorificado el Hijo del Hombre y Dios es glorificado en él (Si Dios es glorificado en el, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará).
    Simón Pedro le dijo: Señor, ¿a dónde vas? Jesús le respondió: Adonde yo voy no me puedes acompañar ahora, me acompañarás más tarde. Pedro replicó: Señor, ¿por qué no puedo acompañarte ahora? Daré mi vida por ti. Jesús le contesto: ¿Con que darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces.
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Comentario: ¿Por qué no puedo acompañarte? Daré mi vida por ti

30-03-2010 Is 49,1-6; Sal 70; Ju 13,21-33.36-38
Qué diferencia entre el Iscariote y Pedro. Es verdad que ambos se hacían una idea muy confusa de los caminos de Jesús, pero mientras el primero lo traiciona, vendiéndole por treinta monedas, Pedro, una y otra vez, aunque se haga una idea falsa, quiere seguirle, quiere protegerle, quiere ir a donde él vaya. Jamás le traiciona. Se espanta, eso sí. Se hunde en las aguas por las que, en su seguimiento, quiere correr. Ahora, justo antes de que le abandone y reniegue de él, dice que ha de dar su vida por él. Sí, lo hará, pero todavía le falta mucho para llegar hasta ahí. Debe pasar también él por la cruz de Cristo, por su muerte y su descenso a los infiernos, por su resurrección de entre los muertos. A donde yo voy no me puedes acompañar ahora, me acompañarás más tarde. Y, como con una cariñosa caricia, le hace ver lo que va a ser su realidad. No cantará el gallo antes de que me hayas negado tres veces.
No sé quien sorprende más, si el empeño tozudo de Pedro en lo que no puede, en negar su miedo y su fragilidad, la capacidad de verse en lo poco que es cuando todavía no ha sido confrontado a la cruz de quien tanto ama, porque esto no se puede negar, Pedro amaba a Jesús con pasión, quería seguirle por sus caminos por encima de toda posibilidad y de cualquier esfuerzo, o Jesús que nunca le deja, ni siquiera cuando le niegue tres veces. ¿Olvidaremos esas palabras de la pasión según Lucas? Tras el canto del gallo, el Señor, volviéndose, le echó una mirada a Pedro, y Pedro se acordó de lo que le había dicho. Y lloró amargamente.
Uno se ahorcó en sus propias ideologías, Judas el Iscariote. El otro, el inconmensurable Pedro, lloró amargamente ante la mirada de Jesús. ¿De dónde sale esa mirada? Volviéndose, dice Lucas; quizá porque le traían y llevaban. Mirada no de reproche, que hubiera llevado también a Pedro a la desesperación. Mirada afectuosa. Mirada de amor. Mirada que le llego a Pedro hasta los entresijos más profundos de su alma. Y ahí tenemos, al duro patrón de pesca de Galilea, llorando amargamente. Qué hermosura.
¿Nos mirará a nosotros también Jesús, haciéndonos llorar lágrimas amargas? Amargas por el sabor que dejan en nosotros. No en amargura. Al contario, que abren nuestros ojos a la cruz de Cristo. Que nos permitirán verle ahí donde está. Porque, a nosotros, quizá, es en la cruz donde se volverá para mirarnos. Pedro no supo correr, entonces, al pie de la cruz. Seguramente, tampoco nosotros. Pero a Pedro se le abrieron las carnes y comprendió dónde se le ofrecía su Señor. Porque comprendió en su llorar, aceptó el hecho de la cruz. Pablo lo dice de un modo asombroso que recoge la liturgia de hoy en la comunión: Dios no perdonó a su propio Hijo, sino que le entregó a la muerte por nosotros. Palabras que nos dejan estupefactos y nos hacen comprender la fuerza de esa mirada. Pues esa muerte en cruz es por nosotros. No un evento casual de la historia. No es algo que acontece pues quiere contradecir lo que nosotros somos. La cruz de Cristo es por nosotros. En el doble sentido de que nosotros hemos ayudado con nuestra acción y con nuestra pasión a elevarle en la cruz. Pero, sobre todo, para nuestra redención del pecado y de la muerte.

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lunes, 29 de marzo de 2010

Palabra de Dios del Lunes 29 de Marzo del 2010

Liturgia de las Horas: 2da. Semana del Salterio
Color: Morado
Santoral

Lecturas de la liturgia
  • Primera Lectura: Isaías 42, 1-7
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    Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero. Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones. No gritará, no clamara, no voceará por las calle.
    La caña cascada no la quebrará., el pabilo vacilante no lo apagará, hasta implantar el derecho en la tierra, y sus leyes que esperan las islas.
    Así dice el Señor Dios, que creo y desplegó los cielos, consolidó la tierra con su vegetación, dio el respiro al pueblo que lo habita y el aliento a los que se mueven en ella.
    Yo, el Señor, te he llamado con justicia, te he cogido de la mano, te he formado, y te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones. Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a los que habitan las tinieblas.
  • Salmo Responsorial: 26
    "El señor me ha coronado, sobre la columna me ha exaltado"
    El Señor es li ley y mi salvación,
    ¿a quien temeré?
    El Señor es la defensa de mi vida,
    ¿Quién Me hará temblar?. R.
    Si un ejercito acampa contra mí,
    mi corazón no tiembla;
    si me declaran la guerra,
    me siento tranquilo. R.
    Una cosa pido al Señor,
    eso buscaré:
    habitar en la casa del Señor
    por los dias de mi vida; gozar de la dulzura del Señor,
    contemplando su templo. R.
    Él me protegerá en su tienda
    el día del peligro;
    me esconderá en lo escondido de su morada, me alzará sobre la roca. R
  • Evangelio: Juan 12, 1-11
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    Seis días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Allí le ofrecieron una cena: Marta servía y Lázaro era uno de los que estaban con él en la mesa.
    María tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies y se los enjugó con su cabellera. Y la casa se llenó de la fragancia del perfume.
    Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dice: ¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a los pobres? (Esto lo dijo no porque le importasen los pobres, sino porque era un ladrón; y como tenía la bolsa llevaba lo que iban echando)
    Entonces Jesús dijo: Déjala: lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque a los pobres los tenéis con vosotros, pero a mi no siempre me tenéis.
    Una muchedumbre de Judíos se entero de que estaba allí y fueron no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado de entre los muertos. Los sumos sacerdotes decidieron matar también a Lázaro, porque muchos judíos, por su causa, se les iban y creían en Jesús.

domingo, 28 de marzo de 2010

Palabra de Dios del Domingo 28 de Marzo del 2010

Liturgia de las Horas: Propio del Salterio
Color: Rojo
Santoral

Lecturas de la liturgia
  • Primera Lectura: Isaías 50, 4-7
    "No me tapé el rostro ante los ultrajes, sabiendo que no quedaría defraudado"
    Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de aliento.
    Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los iniciados.
    El Señor me abrió el oído. Y yo no resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos.
    El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado.
  • Salmo Responsorial: 21
    "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?"
    Al verme, se burlan de mí, hacen visajes, menean la cabeza: "Acudió al Señor, que lo ponga a salvo; que lo libre, si tanto lo quiere." R.
    Me acorrala una jauría de mastines,
    me cerca una banda de malhechores;
    me taladran las manos y los pies,
    puedo contar mis huesos. R.
    Se reparten mi ropa,
    echan a suertes mi túnica.
    Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
    fuerza mía, ven corriendo a ayudarme. R.
    Contaré tu fama a mis hermanos,
    en medio de la asamblea te alabaré.
    Fieles del Señor, alabadlo;
    linaje de Jacob, glorificadlo;
    temedlo, linaje de Israel. R.
  • Segunda Lectura: Filipenses 2, 6-11
    "Se rebajó, por eso Dios lo levantó sobre todo"
    Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios;
    al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos.
    Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz.
    Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el "Nombre-sobre-todo-nombre";
    de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo,
    y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
  • Evangelio: Lucas 22, 14-23, 56
    "He deseado enormemente comer esta comida pascual con vosotros, antes de padecer"
    C. Llegada la hora, se sentó Jesús con sus discípulos y les dijo:
    + - «He deseado enormemente comer esta comida pascual con vosotros, antes de padecer, porque os digo que ya no la volveré a comer, hasta que se cumpla en el reino de Dios.»
    C. Y, tomando una copa, pronunció la acción de gracias y dijo:
    + - «Tomad esto, repartidlo entre vosotros; porque os digo que no beberé desde ahora del fruto de la vid, hasta que venga el reino de Dios.»
    Haced esto en memoria mía
    C. Y, tomando pan, pronunció la acción de gracias, lo partió y se lo dio, diciendo:
    + - «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros; haced esto en memoria mía.»
    C. Después de cenar, hizo lo mismo con la copa, diciendo:
    + - «Esta copa es la nueva alianza, sellada con mi sangre, que se derrama por vosotros.»
    ¡Ay de ése que entrega al Hijo del hombre!
    «Pero mirad: la mano del que me entrega está con la mía en la mesa. Porque el Hijo del hombre se va, según lo establecido; pero, ¡ay de ése que lo entrega!»
    C. Ellos empezaron a preguntarse unos a otros quién de ellos podía ser el que iba a hacer eso.
    Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve
    C. Los discípulos se pusieron a disputar sobre quién de ellos debía ser tenido como el primero. Jesús les dijo:
    + - «Los reyes de las naciones las dominan, y los que ejercen la autoridad se hacen llamar bienhechores. Vosotros no hagáis así, sino que el primero entre vosotros pórtese como el menor, y el que gobierne, como el que sirve.
    Porque, ¿quién es más, el que está en la mesa o el que sirve? ¿Verdad que el que está en la mesa? Pues yo estoy en medio de vosotros como el que sirve.
    Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas, y yo os transmito el reino como me lo transmitió mi Padre a mí: comeréis y beberéis a mi mesa en mi reino, y os sentaréis en tronos para regir a las doce tribus de Israel.»
    Tú, cuando te recobres, da firmeza a tus hermanos
    C. Y añadió:
    + - «Simón, Simón, mira que Satanás os ha reclamado para cribaros como trigo. Pero yo he pedido por ti, para que tu fe no se apague. Y tú, cuando te recobres, da firmeza a tus hermanos.»
    C. Él le contesto:
    S. -«Señor, contigo estoy dispuesto a ir incluso a la cárcel y a la muerte.»
    C. Jesús le replicó:
    + - «Te digo, Pedro, que no cantará hoy el gallo antes que tres veces hayas negado conocerme.»
    Tiene que cumplirse en mí lo que está escrito
    C. Y dijo a todos:
    + - «Cuando os envié sin bolsa, ni alforja, ni sandalias, ¿os faltó algo?»
    C. Contestaron:
    S. - «Nada.»
    C. Él añadió:
    + - «Pero ahora, el que tenga bolsa que la coja, y lo mismo la alforja; y el que no tiene espada, que venda su manto y compre una. Porque os aseguro que tiene que cumplirse en mí lo que está escrito: Fue contado con los malhechores." Lo que se refiere a mí toca a su fin.»
    C. Ellos dijeron:
    S. - «Señor, aquí hay dos espadas.»
    C. Él les contesto:
    + - «Basta.»
    En medio de su angustia, oraba con más insistencia
    C. Y salió Jesús, como de costumbre, al monte de los Olivos, y lo siguieron los discípulos. Al llegar al sitio, les dijo:
    + - «Orad, para no caer en la tentación.»
    C . Él se arrancó de ellos, alejándose como a un tiro de piedra y, arrodillado, oraba, diciendo:
    + - «Padre, si quieres, aparta de mí ese cáliz; pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya.»
    C - Y se le apareció un ángel del cielo, que lo animaba. En medio de su angustia, oraba con más insistencia. Y le bajaba hasta el suelo un sudor como de gotas de sangre. Y, levantándose de la oración, fue hacia sus discípulos, los encontró dormidos por la pena, y les dijo:
    + - «¿Por qué dormís? Levantaos y orad, para no caer en la tentación.»
    Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?
    C. Todavía estaba hablando, cuando aparece gente; y los guiaba el llamado Judas, uno de los Doce. Y se acercó a besar a Jesús.
    Jesús le dijo:
    + - «Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?»
    C. Al darse cuenta los que estaban con él de lo que iba a pasar, dijeron:
    S. - «Señor, ¿herimos con la espada?»
    C. Y uno de ellos hirió al criado del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha.
    Jesús intervino, diciendo:
    + - «Dejadlo, basta.»
    C. Y, tocándole la oreja, lo curó. Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los oficiales del templo, y a los ancianos que habían venido contra él:
    + - «¿Habéis salido con espadas y palos, como a caza de un bandido? A diario estaba en el templo con vosotros, y no me echasteis mano. Pero ésta es vuestra hora: la del poder de las tinieblas.»
    Pedro, saliendo afuera, lloró amargamente
    C. Ellos lo prendieron, se lo llevaron y lo hicieron entrar en casa del sumo sacerdote. Pedro lo seguía desde lejos. Ellos encendieron fuego en medio del patio, se sentaron alrededor, y Pedro se sentó entre ellos.
    Al verlo una criada sentado junto a la lumbre, se lo quedó mirando y dijo:
    S. - «También éste estaba con él.»
    C. Pero él lo negó, diciendo:
    S. - «No lo conozco, mujer.»
    C. Poco después lo vio otro y le dijo:
    S. - «Tú también eres uno de ellos.»
    C. Pedro replicó:
    S. - «Hombre, no lo soy.»
    C. Pasada cosa de una hora, otro insistía:
    S. - «Sin duda, también éste estaba con él, porque es galileo.»
    C. Pedro contestó:
    S. - «Hombre, no sé de qué me hablas.»
    C. Y, estaba todavía hablando, cuando cantó un gallo. El Señor, volviéndose, le echó una mirada a Pedro, y Pedro se acordó de la palabra que el Señor le había dicho: «Antes de que cante hoy el gallo, me negarás tres veces.» Y, saliendo afuera, lloró amargamente.
    Haz de profeta; ¿quién te ha pegado?
    C. Y los hombres que sujetaban a Jesús se burlaban de él, dándole golpes.
    Y, tapándole la cara, le preguntaban:
    S. - «Haz de profeta; ¿quién te ha pegado?»
    C. Y proferían contra él otros muchos insultos.
    Lo hicieron comparecer ante su Sanedrín
    C. Cuando se hizo de día, se reunió el senado del pueblo, o sea, sumos sacerdotes y escribas, y, haciéndole comparecer ante su Sanedrín, le dijeron:
    S. - «Si tú eres el Mesías, dínoslo.»
    C. Él les contesto:
    + - «Si os lo digo, no lo vais a creer; y si os pregunto, no me vais a responder.
    Desde ahora, el Hijo del hombre estará sentado a la derecha de Dios todopoderoso.»
    C. Dijeron todos:
    S. - «Entonces, ¿tú eres el Hijo de Dios?»
    C. Él les contestó:
    + - «Vosotros lo decís, yo lo soy.»
    C. Ellos dijeron:
    S. - «¿Qué necesidad tenemos ya de testimonios? Nosotros mismos lo hemos oído de su boca.»
    C. Se levantó toda la asamblea, y llevaron a Jesús a presencia de Pilato.
    No encuentro ninguna culpa en este hombre
    C. Y se pusieron a acusarlo, diciendo:
    S. - «Hemos comprobado que éste anda amotinando a nuestra nación, y oponiéndose a que se paguen tributos al César, y diciendo que él es el Mesías rey.»
    C. Pilato preguntó a Jesús:
    S. - «¿Eres tú el rey de los judíos?»
    C. Él le contestó:
    +, - «Tú lo dices.»
    C. Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la gente:
    S. - «No encuentro ninguna culpa en este hombre.»
    C. Ellos insistían con más fuerza, diciendo:
    S. - «Solivianta al pueblo enseñando por toda Judea, desde Galilea hasta aquí.»
    C. Pilato, al oírlo, preguntó si era galileo; y, al enterarse que era de la jurisdicción de Herodes, se lo remitió. Herodes estaba precisamente en Jerusalén por aquellos días.
    Herodes, con su escolta, lo trató con desprecio
    C. Herodes, al ver a Jesús, se puso muy contento; pues hacía bastante tiempo que quería verlo, porque oía hablar de él y esperaba verle hacer algún milagro. Le hizo un interrogatorio bastante largo; pero él no le contestó ni palabra.
    Estaban allí los sumos sacerdotes y los escribas acusándolo con ahínco. Herodes, con su escolta, lo trató con desprecio y se burló de él; y, poniéndole una vestidura blanca, se lo remitió a Pilato. Aquel mismo día se hicieron amigos Herodes y Pilato, porque antes se llevaban muy mal.
    Pilato entregó a Jesús a su arbitrio
    C. Pilato, convocando a los sumos sacerdotes, a las autoridades y al pueblo, les dijo:
    S. - «Me habéis traído a este hombre, alegando que alborota al pueblo; y resulta que yo lo he interrogado delante de vosotros, y no he encontrado en este hombre ninguna de las culpas que le imputáis; ni Herodes tampoco, porque nos lo ha remitido: ya veis que nada digno de muerte se le ha probado. Así que le daré un escarmiento y lo soltaré.»
    C. Por la fiesta tenía que soltarles a uno. Ellos vociferaron en masa, diciendo:
    S. - «¡Fuera ése! Suéltanos a Barrabás.»
    C. A éste lo habían metido en la cárcel por una revuelta acaecida en la ciudad y un homicidio.
    Pilato volvió a dirigirles la palabra con intención de soltar a Jesús. Pero ellos seguían gritando:
    S. - «¡Crucifícalo, crucifícalo!»
    C. Él les dijo por tercera vez:
    S. - «Pues, ¿qué mal ha hecho éste? No he encontrado en él ningún delito que merezca la muerte. Así es que le daré un escarmiento y lo soltaré.»
    C. Ellos se le echaban encima, pidiendo a gritos que lo crucificara; e iba creciendo el griterío.
    Pilato decidió que se cumpliera su petición: soltó al que le pedían (al que había metido en la cárcel por revuelta y homicidio), y a Jesús se lo entregó a su arbitrio.
    Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí
    C. Mientras lo conducían, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y le cargaron la cruz, para que la llevase detrás de Jesús.
    Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de mujeres que se daban golpes y lanzaban lamentos por él.
    Jesús se volvió hacia ellas y les dijo:
    + - «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos, porque mirad que llegará el día en que dirán: "Dichosas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado." Entonces empezarán a decirles a los montes: "Desplomaos sobre nosotros", y a las colinas: "Sepultadnos"; porque, si así tratan al leño verde, ¿qué pasara con el seco?»
    C. Conducían también a otros dos malhechores para ajusticiarlos con él.
    Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen
    C. Y, cuando llegaron al lugar llamado «La Calavera», lo crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda.
    Jesús decía:
    + - «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.»
    C. Y se repartieron sus ropas, echándolas a suerte.
    Éste es el rey de los judíos
    C. El pueblo estaba mirando.
    Las autoridades le hacían muecas, diciendo:
    S - «A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido.»
    C. Se burlaban de él también los soldados, ofreciéndole vinagre y diciendo:
    S. - «Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.»
    C. Había encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea: «Éste es el rey de los judíos.»
    Hoy estarás conmigo en el paraíso
    C. Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo:
    S. - «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros.»
    C. Pero el otro le increpaba:
    S. - «¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio? Y lo nuestro es justo, porque recibimos el pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha faltado en nada.»
    C Y decía:
    S. - «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino.»
    C. Jesús le respondió:
    + - «Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso.»
    Padre,a tus manos encomiendo mi espíritu
    C. Era ya eso de mediodía, y vinieron las tinieblas sobre toda la región, hasta la media tarde; porque se oscureció el sol. El velo del templo se rasgó por medio. Y Jesús, clamando con voz potente, dijo:
    + - «Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.»
    C. Y, dicho esto, expiró.
    Todos se arrodillan, y se hace una pausa
    C. El centurión, al ver lo que pasaba, daba gloria a Dios, diciendo:
    S. - «Realmente, este hombre era justo.»
    C. Toda la muchedumbre que había acudido a este espectáculo, habiendo visto lo que ocurría, se volvía dándose golpes de pecho.
    Todos sus conocidos se mantenían a distancia, y lo mismo las mujeres que lo habían seguido desde Galilea y que estaban mirando.
    José colocó el cuerpo de Jesús en un sepulcro excavado
    C. Un hombre llamado José, que era senador, hombre bueno y honrado (que no había votado a favor de la decisión y del crimen de ellos), que era natural de Arimatea, pueblo de Judea, y que aguardaba el reino de Dios, acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús. Y, bajándolo, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro excavado en la roca,
    donde no habían puesto a nadie todavía.
    Era el día de la Preparación y rayaba el sábado. Las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea fueron detrás a examinar el sepulcro y cómo colocaban su cuerpo. A la vuelta, prepararon aromas y ungüentos. Y el sábado guardaron reposo, conforme al mandamiento.

Comentario: El espectáculo de la cruz

28-03-2010 Is 50,4-7; Sal 21; Flp 3,6-11; Lu 22,14-23,56
¿Quién es este que viene, convocado a la muerte? Iniciamos la semana más importante de la liturgia cristiana, una semana que se alargará en los ocho jornadas del día de Pascua. En este tiempo viviremos todo el misterio del Señor. Viéndole a él, siguiendo sus pasos en la lejanía, como hicieron sus apóstoles, se nos espabilará el oído. Con él veremos cómo pone su espalda a los que le apalean, a quienes mesan sus barbas, le ultrajan y ensalivan.
Mirad qué bonito, al comienzo encontramos de nuevo al borriquillo de Belén. Sin saber muy bien ni cómo ni por qué, allá está; allá estamos con él. Quizá tampoco entendamos nada, pero allá estamos viendo el espectáculo.
Pues asombra que Lucas hable del espectáculo de la muerte en cruz. La muchedumbre, habiéndolo visto, volvía dándose golpes de pecho. Nosotros también esta semana contemplaremos el espectáculo. Hubiera podido ser macabro, porque es bestial lo que vemos, pero, sin embargo, está bañado de gracia y misericordia.
Comprenderemos cómo ahí se nos da la redención del pecado y de la muerte. Ahí contemplamos el espectáculo de la muerte de nuestro pecado y del camino para la vida; en el varón de dolores, en el cordero pascual ofrecido por nosotros. Apenas si nos atreveremos a mirar. Nos quedaremos lejos nosotros también. ¿Cómo es posible? ¿Cómo veremos por el oído que ese espectáculo no es una mera representación teatral llena de espíritu que nos conmueve en lo profundo, esperando que en algún momento el director dirá: corten, y todo volverá a su normalidad?
Contemplamos la realidad de lo que es.
¿Y qué es lo que se nos da como espectáculo? El asombroso himno de Filipenses, dicen que uno de los textos más antiguos de todo el NT, nos habla de Cristo Jesús en términos increíbles. Siendo de condición divina, le vemos en la convulsión de la angustia rezando el salmo 21, Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado. Burlas. Meneos de cabeza. Mastines. Malhechores. Le taladran las manos y los pies, hasta que cuente sus huesos. Reparto de ropa, echando a suerte su túnica. Expuesto a todos en su desnudez muriente. Bah, ¿no eras el Mesías?, pues sálvate a ti mismo. Mas oímos también, aunque parece que muy lejanas, las palabras dirigidas al buen ladrón que muere crucificado con él: Hoy estarás conmigo en el paraíso. Sólo el centurión, capitán de la partida que le crucifica, afirma: Realmente este hombre era justo.
A pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios. Palabras asombrosas que nos vienen de la cercanía cronológica de la muerte de Jesús; no invenciones tardías, pasados muchos decenios, de lenguas que se ha echado a pacer con mitología. Contemplamos el espectáculo que se nos dona, y, no lo olvidemos, lo meditamos de modo especial con el oído. Nos quedan las palabras, los sentimientos, los colores, los gritos sofocados. El borboteo de la sangre. Se despojó de su rango haciéndose como uno de tantos. Y se rebajó hasta la muerte, añadiendo aquí al viejo himno: una muerte de cruz. No, no engañemos, la cruz y quien muere en ella es el espectáculo al que se refiere Lucas. Luego, pero más luego, cuando lleguemos al centro mismo de estos días, la noche pascual, el espectáculo resplandecerá con nueva luz. Mas no nos engañemos, si no nos hacemos como el borriquillo y no contemplamos en su sangrienta brutalidad salvadora al colgado en la cruz, nada habremos entendido.

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sábado, 27 de marzo de 2010

Palabra de Dios del Sabado 27 de Marzo del 2010

Liturgia de las Horas: 1ra. Semana del Salterio
Color: Morado
Santoral

Lecturas de la liturgia
  • Primera Lectura: Ezequiel 37,21-28
    "Los haré un solo pueblo"
    Así dice el Señor: "Yo voy a recoger a los israelitas por las naciones adonde marcharon, voy a congregarlos de todas partes y los voy a repatriar. Los haré un solo pueblo en su país, en los montes de Israel, y un solo rey reinará sobre todos ellos. No volverán a ser dos naciones ni a desmembrarse en dos monarquías. No volverán a contaminarse con sus ídolos y fetiches y con todos sus crímenes. Los libraré de sus pecados y prevaricaciones, los purificaré: ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios. Mi siervo David será su rey, el único pastor de todos ellos. Caminarán según mis mandatos y cumplirán mis preceptos, poniéndolos por obra.
    Habitarán en la tierra que le di a mi siervo Jacob, en la que habitaron vuestros padres; allí vivirán para siempre, ellos y sus hijos y sus nietos; y mi siervo David será su príncipe para siempre. Haré con ellos una alianza de paz, alianza eterna pactaré con ellos. Los estableceré, los multiplicaré y pondré entre ellos mi santuario para siempre; tendré mi morada junto a ellos, yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Y sabrán las naciones que yo soy el Señor que consagra a Israel, cuando esté entre ellos mi santuario para siempre."
  • Interleccional: El Señor nos guardará como un pastor a su rebaño
    Jeremias 31

    Escuchad, pueblos, la palabra del Señor,
    anunciadla en las islas remotas:
    "El que dispersó a Israel lo reunirá,
    lo guardará como un pastor a su rebaño." R.
    Porque el Señor redimió a Jacob,
    lo rescató de una mano más fuerte.
    Vendrán con aclamaciones a la altura de Sión,
    afluirán hacia los bienes del Señor. R.
    Entonces se alegrará la doncella en la danza,
    gozarán los jóvenes y los viejos;
    convertiré su tristeza en gozo,
    los alegraré y aliviaré sus penas. R.
  • Evangelio: Juan 11,45-57
    "Para reunir a los hijos de Dios dispersos"
    En aquel tiempo, muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él. Pero algunos acudieron a los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús. Los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron el Sanedrín y dijeron: "¿Qué hacemos? Este hombre hace muchos signos. Si lo dejamos seguir, todos creerán en él, y vendrán los romanos y nos destruirán el lugar santo y la nación." Uno de ellos, Caifás, que era sumo sacerdote aquel año, les dijo: "Vosotros no entendéis ni palabra; no comprendéis que os conviene que uno muera por el pueblo, y que no perezca la nación entera." Esto no lo dijo por propio impulso, sino que, por ser sumo sacerdote aquel año, habló proféticamente, anunciando que Jesús iba a morir por la nación; y no sólo por la nación, sino también para reunir a los hijos de Dios dispersos.
    Y aquel día decidieron darle muerte. Por eso Jesús ya no andaba públicamente con los judíos, sino que se retiró a la región vecina al desierto, a una ciudad llamada Efraín, y pasaba allí el tiempo con los discípulos. Se acercaba la Pascua de los judíos, y muchos de aquella región subían a Jerusalén, antes de la Pascua, para purificarse. Buscaban a Jesús y, estando en el templo, se preguntaban: "¿Qué os parece? ¿No vendrá a la fiesta?" Los sumos sacerdotes y fariseos habían mandado que el que se enterase de dónde estaba les avisara para prenderlo.

Comentario: CERCA DEL DESENLACE

27-03-2010 Ezq 37, 21-28; Jr 31; Juan 11, 45-57
Se acerca la Pascua y, en esas fechas tan solemnes para el pueblo de Israel, las autoridades religiosas toman una determinación: matar a Jesús. Como siempre hay una trampa en su argumentación y una excusa. Dicen que es mejor que perezca un hombre por todo el pueblo, que no poner en peligro a todos. Su argumentación es humana, porque están pensando en los romanos. Creen que la figura del Señor puede indisponerlos con el pueblo que los domina. Sin darse cuenta, sin embargo, afirman algo verdadero, ya que por el sacrificio de Jesucristo va a venir la salvación para todos los hombres. Así señala el evangelista que Caifás profetizó.
San Bernardo escribió: “para iluminar a los hijos de los hombres, el más bello de los hijos de los hombres debe quedar oscurecido en su pasión y aceptar la ignominia de la cruz”. Es una verdad que quizás pensamos poco y de cuyo olvido provienen grandes males. La salvación de los hombres, la posibilidad de vivir santamente y de realizar obras buenas, nos viene del sacrificio de Cristo. Sin él no hay esperanza para los hombres.
Pero no deja de ser sorprendente como Dios dispone las cosas. Mientras los hombres nos empeñamos en apartarlo de nuestra vida, Él reordena las decisiones, el curso de la historia, en nuestro bien. Es cierto que cada cual será juzgado por sus actos concretos, pero el bien de la humanidad by la posibilidad efectiva de salvación, nos llega porque Dios se sirve del pecado para salvarnos. Mientras los sumos sacerdotes planean prenderlo para ejecutarlo, Jesús se prepara para entregar su vida inocente y así salvar a los hombres. Nada puede al amor de Dios.
Porque la historia tiene un sentido. Por eso aparecen las profecías, en las que Dios anticipa su voluntad salvífica y los bienes que va a traer a su pueblo. La primera lectura de hoy es preciosa por el anuncio de esperanza que contiene. No sólo anuncia que librará a su pueblo de todo mal sino que avisa de una nueva alianza, la que será sellada con la sangre de Jesucristo.
Cada día podemos participar de la celebración de la Eucaristía. En ella se actualiza el sacrificio de Jesucristo en la Cruz. Podemos participar de Él contemplando estupefactos que da su vida por nosotros, que somos unos miserables pecadores. Al participar de ella comprendemos que no deseamos que Jesús desaparezca del horizonte de nuestras vidas sino que, por el contrario, lo deseamos más cerca si cabe. Cristo no es una carga; siempre es una liberación. Con Él junto a nosotros, por la admirable comunión, vemos realizadas, de alguna manera y en nuestras vidas, todas las maravillas anunciadas por el profeta Ezequiel.

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viernes, 26 de marzo de 2010

Palabra de Dios del Viernes 26 de Marzo del 2010

Liturgia de las Horas: Propio del Salterio
Color: Blanco
Santoral

Lecturas de la liturgia
  • Primera Lectura: Jeremías 20,10-13
    "El Señor está conmigo, como fuerte soldado"
    Oía el cuchicheo de la gente: "Pavor en torno; delatadlo, vamos a delatarlo." Mis amigos acechaban mi traspié: "A ver si se deja seducir, y lo abatiremos, lo cogeremos y nos vengaremos de él."
    Pero el Señor está conmigo, como fuerte soldado; mis enemigos tropezarán y no podrán conmigo. Se avergonzarán de su fracaso con sonrojo eterno que no se olvidará. Señor de los ejércitos, que examinas al justo y sondeas lo íntimo del corazón, que yo vea la venganza que tomas de ellos, porque a ti encomendé mi causa. Cantad al Señor, alabad al Señor, que libró la vida del pobre de manos de los impíos.
  • Salmo Responsorial: 17
    "En el peligro invoqué al Señor, y me escuchó."
    Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza;
    Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador. R.

    Dios mío, peña mía, refugio mío, escudo mío,
    mi fuerza salvadora, mi baluarte.
    Invoco al Señor de mi alabanza
    y quedo libre de mis enemigos. R.

    Me cercaban olas mortales,
    torrentes destructores me aterraban,
    me envolvían las redes del abismo,
    me alcanzaban los lazos de la muerte. R.

    En el peligro invoqué al Señor,
    grité a mi Dios:
    desde su templo él escuchó mi voz,
    y mi grito llegó a sus oídos. R.

  • Evangelio: Juan 10,31-42
    "Intentaron detenerlo, pero se les escabulló de las manos"
    En aquel tiempo, los judíos agarraron piedras para apedrear a Jesús. Él les replicó: "Os he hecho ver muchas obras buenas por encargo de mi Padre: ¿por cuál de ellas me apedreáis?" Los judíos le contestaron: "No te apedreamos por una obra buena, sino por una blasfemia: porque tú, siendo un hombre, te haces Dios." Jesús les replicó: "¿No está escrito en vuestra ley: "Yo os digo: Sois dioses"? Si la Escritura llama dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios (y no puede fallar la Escritura), a quien el Padre consagró y envió al mundo, ¿decís vosotros que blasfema porque dice que es hijo de Dios? Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis, pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que comprendáis y sepáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre."
    Intentaron de nuevo detenerlo, pero se les escabulló de las manos. Se marchó de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde antes había bautizado Juan, y se quedó allí. Muchos acudieron a él y decían: "Juan no hizo ningún signo; pero todo lo que Juan dijo de éste era verdad." Y muchos creyeron en él allí.

jueves, 25 de marzo de 2010

Palabra de Dios del Jueves 25 de Marzo del 2010

Liturgia de las Horas: Propio del Salterio
Color: Blanco
Santoral

Lecturas de la liturgia
  • Primera Lectura: Isaías 7,10-14;8,10
    "Mirad: la virgen está encinta"
    En aquel tiempo, el Señor habló a Acaz: "Pide una señal al Señor, tu Dios: en lo hondo del abismo o en lo alto del cielo." Respondió Acaz: "No la pido, no quiero tentar al Señor." Entonces dijo Dios: "Escucha, casa de David: ¿No os basta cansar a los hombres, que cansáis incluso a mi Dios? Pues el Señor, por su cuenta, os dará una señal: Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa "Dios-con-nosotros"."
  • Salmo Responsorial: 39
    "Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad."
    Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
    y, en cambio, me abriste el oído;
    no pides sacrificio expiatorio,
    entonces yo digo: "Aquí estoy." R.
    "-Como está escrito en mi libro-
    para hacer tu voluntad."
    Dios mío, lo quiero,
    y llevo tu ley en las entrañas. R.
    He proclamado tu salvación
    ante la gran asamblea;
    no he cerrado los labios:
    Señor, tú lo sabes. R.
    No me he guardado en el pecho tu defensa,
    he contado tu fidelidad y tu salvación,
    no he negado tu misericordia y tu lealtad
    ante la gran asamblea. R.
  • Segunda Lectura: Hebreos 10,4-10
    "Está escrito en el libro: "Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad""
    Hermanos: Es imposible que la sangre de los toros y de los machos cabríos quite los pecados. Por eso, cuando Cristo entró en el mundo dijo: "Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un cuerpo; no aceptas holocaustos ni víctimas expiatorias. Entonces yo dije lo que está escrito en el libro: "Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad."" Primero dice: "No quieres ni aceptas sacrificios ni ofrendas, holocaustos ni víctimas expiatorias", que se ofrecen según la Ley. Después añade: "Aquí estoy yo para hacer tu voluntad." Niega lo primero, para afirmar lo segundo. Y conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre.
  • Evangelio: Lucas 1,26-38
    "Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo"
    A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: "Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo." Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le dijo: "No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin." Y María dijo al ángel: "¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?" El ángel le contestó: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible." María contestó: "Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra." Y la dejó el ángel.
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Comentario: HACER TU VOLUNTAD

25-03-2010 Is 7, 10-14; 8, 10; Salm 39; Hb 10. 4-10; Lucas 1, 26-38
Nueve meses antes de la Navidad celebramos la Anunciación del Señor. Este año la fiesta coincide un poco antes de la Semana Santa. Su inclusión al final del tiempo cuaresmal nos permite fijarnos en que Dios se encarnó “por nosotros, los hombres y por nuestra salvación”. En su amor por nosotros se hizo hombre, pero su abajamiento iba a culminar con la entrega sacrificial de la cruz. San Pablo en la carta a los Filipenses recuerda que se hizo obediente hasta l muerte.
Lo que está desordenado en el hombre, como consecuencia del pecado, es la voluntad. Dejamos de amar a Dios y preferimos a las criaturas. Al elegir a las criaturas nos elegimos a nosotros mismos y posponemos a Dios. El salmo, y la carta a los hebreos, contraponen los sacrificios a la voluntad. Jesús sabe que nada que ofrezcan los hombres es suficiente para reparar el daño del pecado. Ningún sacrificio, por valioso que fuere, puede reparar la ofensa infinita del pecado.
Jesús es la víctima inocente, y Él sí con un valor infinito, que va a entregarse por nosotros. Pero lo que nos muestran las lecturas es que Jesús se ofrece con todo su corazón. No está herido por el pecado, pues es Dios y todo su anhelo es cumplir la voluntad del Padre. Muestra así lo que Dios espera de nosotros: el obsequio de nuestra voluntad.
Hace poco leía el inicio del libro cuarto de Las confesiones de san Agustín. Allí, recordando su vida anterior al bautismo dice el santo: “aún no amaba, pero amaba amar”. Comentándolo con jóvenes les costaba entender, porque Agustín como ellos, amaba muchas cosas. Pero lo que dice el santo es que no sabía amarlas como verdaderamente han de ser queridas, como Dios las quiere. El amor de Agustín estaba fuera del plan de Dios, como también muchas veces nos sucede a nosotros. Dios se hace hombre para enseñarnos a amar, para cumplir su voluntad.
Dice la segunda lectura que por la voluntad de Cristo nosotros somos santificados. Su amor infinito al Padre le lleva a entregarse por nosotros y de su sacrificio nos viene la vida de la gracia. Por ella podemos amar como Cristo nos ama y se cumple el deseo más profundo de todo hombre: amar verdaderamente.
El Evangelio nos muestra también a la Virgen María, la criatura más excelente y también Madre nuestra. Preservada del pecado por su concepción inmaculada, ella responde al ángel que quiere ser la esclava del Señor. Se coloca en la misma disposición que Jesucristo: cumplir en todo la voluntad de Dios. Así abre las puertas de la tierra para que venga nuestro Salvador y nos conduzca a la vida del cielo.

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miércoles, 24 de marzo de 2010

Palabra de Dios del Miercoles 24 de Marzo del 2010

Liturgia de las Horas: 1ra. Semana del Salterio
Color: Morado
Santoral

Lecturas de la liturgia
  • Primera Lectura: Daniel 3,14-20.91-92.95
    "Envió un ángel a salvar a sus siervos"
    En aquellos días, el rey Nabucodonosor dijo: "¿Es cierto, Sidrac, Misac y Abdénago, que no respetáis a mis dioses ni adoráis la estatua de oro que he erigido? Mirad: si al oír tocar la trompa, la flauta, la cítara, el laúd, el arpa, la vihuela y todos los demás instrumentos, estáis dispuestos a postraros adorando la estatua que he hecho, hacedlo; pero, si no la adoráis, seréis arrojados al punto al horno encendido, y ¿qué dios os librará de mis manos?" Sidrac, Misac y Abdénago contestaron: "Majestad, a eso no tenemos por qué responder. El Dios a quien veneramos puede librarnos del horno encendido y nos librará de tus manos. Y aunque no lo haga, conste, majestad, que no veneramos a tus dioses ni adoramos la estatua de oro que has erigido."
    Nabucodonosor, furioso contra Sidrac, Misac y Abdénago, y con el rostro desencajado por la rabia, mandó encender el horno siete veces más fuerte que de costumbre, y ordenó a sus soldados más robustos que atasen a Sidrac, Misac y Abdénago y los echasen en el horno encendido. El rey los oyó cantar himnos; extrañado, se levantó y, al verlos vivos, preguntó, estupefacto, a sus consejeros: "¿No eran tres los hombres que atamos y echamos al horno?" Le respondieron: "Así es, majestad." Preguntó: "¿Entonces, cómo es que veo cuatro hombres, sin atar, paseando por el horno sin sufrir nada? Y el cuarto parece un ser divino."
    Nabucodonosor entonces dijo: "Bendito sea el Dios de Sidrac, Misac y Abdénago, que envió un ángel a salvar a sus siervos que, confiando en él, desobedecieron el decreto real y prefirieron arrostrar el fuego antes que venerar y adorar otros dioses que el suyo."
  • Interleccional: A ti gloria y alabanza por los siglos
    Daniel 3

    Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres,
    bendito tu nombre santo y glorioso. R.
    Bendito eres en el templo de tu santa gloria. R.
    Bendito eres sobre el trono de tu reino. R.
    Bendito eres tú, que sentado sobre querubines
    sondeas los abismos. R.
    Bendito eres en la bóveda del cielo. R.
  • Evangelio: Juan 8,31-42
    "Si el Hijo os hace libres, seréis realmente libres"
    En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos que habían creído en él: "Si os mantenéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres." Le replicaron: "Somos linaje de Abrahán y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: "Seréis libres"?" Jesús les contestó: "Os aseguro que quien comete pecado es esclavo. El esclavo no se queda en la casa para siempre, el hijo se queda para siempre. Y si el Hijo os hace libres, seréis realmente libres. Ya sé que sois linaje de Abrahán; sin embargo, tratáis de matarme, porque no dais cabida a mis palabras. Yo hablo de lo que he visto junto a mi Padre, pero vosotros hacéis lo que le habéis oído a vuestro padre."
    Ellos replicaron: "Nuestro padre es Abrahán." Jesús les dijo: "Si fuerais hijos de Abrahán, haríais lo que hizo Abrahán. Sin embargo, tratáis de matarme a mí, que os he hablado de la verdad que le escuché a Dios, y eso no lo hizo Abrahán. Vosotros hacéis lo que hace vuestro padre." Le replicaron: "Nosotros no somos hijos de prostitutas; tenemos un solo padre: Dios." Jesús les contestó: "Si Dios fuera vuestro padre, me amaríais, porque yo salí de Dios, y aquí estoy. Pues no he venido por mi cuenta, sino que él me envió."
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Comentario: MANTENERSE EN LA PALABRA

24-03-2010 Dn 3, 14-20, 91-92.95; Dn 3; Juan 8, 31-42
Jesús dirige unas palabras a los fariseos que estos no entienden y quizás nosotros tampoco. Ellos ya se creían libres y, además, sabían que a diferencia de los demás pueblos ellos eran el elegido. Dios había establecido su Alianza con ellos. Sin embargo el Señor les indica que la verdadera libertad sólo les va a venir a través suyo, del Hijo. Nosotros también podemos, a semejanza de aquellos hombres, pensar que ya somos buenos cristianos, que no necesitamos nada. El Señor tiene que volver a recordarnos que sin Él somos esclavos.
Me he encontrado con personas que dicen, por ejemplo: “yo ya no voy a misa porque en el colegio iba cada día”, y están contentos con su respuesta. Entienden que con todas las horas que dedicaron a la Misa en su infancia ya cubrieron el cupo que se le exige a una persona para salvarse. También los hebreos, al saberse descendientes de Abraham, se sentían seguros. Pero el Señor dice que eso no basta sino que hay que mantenerse en su palabra. De hacerlo, dice Jesús, “seréis de verdad discípulos míos, conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”.
La fidelidad nos habla de perseverancia diaria, de confianza sostenida en Jesucristo. No remite sólo a algo acontecido en el pasado. En el caso de los fariseos ser hijos de Abraham suponía mantenerse en la misma fe que caracterizó la vida del Patriarca, obedeciendo a Dios en todo, incluso contra toda esperanza humana.
Cuando se abandona la fidelidad a Dios se cae en la esclavitud, que proviene del pecado. La primera lectura es muy ilustrativa al respecto. Los tres jóvenes no quieren apostatar de su fe y por eso se niegan a adorar a una estatua de oro. El castigo era la muerte. Esos jóvenes, que hoy algunos caracterizarían como radicales o exagerados, obran lo correcto. Adorar a un ídolo es un pecado contra la fe y, por lo mismo, una de las peores esclavitudes en las que puede caer un hombre. En medio del horno los jóvenes cantan el himno que leemos en el salmo de hoy, bendiciendo a Dios. Lo bendicen por todas sus criaturas. Aquellos jóvenes son capaces de ver, en medio de su situación, la grandeza de Dios que se extiende a todas las cosas y entienden que lo que a ellos les sucede hay que verlo dentro del maravilloso plan de Dios. Cerrados en sí mismos desesperarían y, sin embargo, son capaces de bendecir. Se mantienen fieles al Señor y son libres en medio de las llamas. Muchos mártires han dado su vida por su fidelidad. Aquí los jóvenes son liberados.
En nuestra vida pueden suceder ambas cosas. Lo importante es permanecer fieles a la palabra del Señor y alabarlo en todas las situaciones. Su gloria es nuestra libertad y sólo la tenemos perteneciéndole.

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martes, 23 de marzo de 2010

Palabra de Dios del Martes 23 de Marzo del 2010

Liturgia de las Horas: 1ra. Semana del Salterio
Color: Morado
Santoral

Lecturas de la liturgia
  • Primera Lectura: Números 21,4-9
    "Los mordidos de serpientes quedarán sanos al mirar a la serpiente de bronce"
    En aquellos días, desde el monte Hor se encaminaron los hebreos hacia el mar Rojo, rodeando el territorio de Edom. El pueblo estaba extenuado del camino, y habló contra Dios y contra Moisés: "¿Por qué nos has sacado de Egipto para morir en el desierto? No tenemos ni pan ni agua, y nos da náusea ese pan sin cuerpo." El Señor envió contra el pueblo serpientes venenosas, que los mordían, y murieron muchos israelitas. Entonces el pueblo acudió a Moisés, diciendo: "Hemos pecado hablando contra el Señor y contra ti; reza al Señor para que aparte de nosotros las serpientes." Moisés rezó al Señor por el pueblo, y el Señor le respondió: "Haz una serpiente venenosa y colócala en un estandarte: los mordidos de serpientes quedarán sanos al mirarla." Moisés hizo una serpiente de bronce y la colocó en un estandarte. Cuando una serpiente mordía a uno, él miraba a la serpiente de bronce y quedaba curado.
  • Salmo Responsorial: 101
    "Señor, escucha mi oración, que mi grito llegue hasta ti."
    Señor, escucha mi oración,
    que mi grito llegue hasta ti;
    no me escondas tu rostro
    el día de la desgracia.
    Inclina tu oído hacia mí;
    cuando te invoco, escúchame en seguida. R.
    Los gentiles temerán tu nombre,
    los reyes del mundo, tu gloria.
    Cuando el Señor reconstruya Sión
    y aparezca en su gloria,
    y se vuelva a las súplicas de los indefensos,
    y no desprecie sus peticiones. R.
    Quede esto escrito para la generación futura,
    y el pueblo que será creado alabará al Señor.
    Que el Señor ha mirado desde su excelso santuario,
    desde el cielo se ha fijado en la tierra,
    para escuchar los gemidos de los cautivos
    y librar a los condenados a muerte. R.
  • Evangelio: Juan 8,21-30
    "Cuando levantéis al Hijo del hombre, sabréis que yo soy"
    En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos: "Yo me voy y me buscaréis, y moriréis por vuestro pecado. Donde yo voy no podéis venir vosotros." Y los judíos comentaban: "¿Será que va a suicidarse, y por eso dice: "Donde yo voy no podéis venir vosotros"?" Y él continuaba: "Vosotros sois de aquí abajo, yo soy de allá arriba: vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo. Con razón os he dicho que moriréis por vuestros pecados: pues, si no creéis que yo soy, moriréis por vuestros pecados."
    Ellos le decían: "¿Quién eres tú?" Jesús les contestó: "Ante todo, eso mismo que os estoy diciendo. Podría decir y condenar muchas cosas en vosotros; pero el que me envió es veraz, y yo comunico al mundo lo que he aprendido de él." Ellos no comprendieron que les hablaba del Padre. Y entonces dijo Jesús: "Cuando levantéis al Hijo del hombre, sabréis que yo soy, y que no hago nada por mi cuenta, sino que hablo como el Padre me ha enseñado. El que me envió está conmigo, no me ha dejado solo; porque yo hago siempre lo que le agrada." Cuando les exponía esto, muchos creyeron en él.
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Comentario: MIRAR AL CRUCIFICADO

23-03-2010 Nm 21, 4-9; Salm 101, 2-3.16-21; Juan 8, 21-30
Israel camina por el desierto y, como veíamos, días atrás, es un pueblo de dura cerviz. Hoy los vemos murmurando porque no les gusta el maná que Dios les envía. Están cansados y sedientos y protestan: “nos da náusea este pan sin cuerpo”. Entonces llegan las serpientes venenosas.
Espiritualmente vemos aquí una enseñanza grande y una figura de lo que explica el Evangelio. El camino espiritual es un salir de la vida del pecado para avanzar por la senda de la gracia. Dios da el alimento suficiente para realizar esa travesía. El maná del desierto prefigura la Eucaristía. Quizás a veces nos parece un alimento poco sustancial porque lo juzgamos desde los sentidos. Pero nosotros no podemos decir que carece de cuerpo, porque el sacramento contiene el Cuerpo de Cristo y nos comunica toda su vida. A través del sacramento se nos da también la vida divina: la gracia. No siempre que comulgamos tenemos mociones sensibles. Incluso es posible que muchas veces no sintamos nada. Sin embargo allí sigue estando el Señor y en la Eucaristía encontramos nuestra vida y las fuerzas para llevarlo a cabo.
De la separación de la Eucaristía, o del desprecio de la misma, vienen males, que encontramos simbolizados en la imagen de las serpientes venenosas. El pueblo que rechaza el alimento del cielo es atacado por los males del mundo.
Lo sorprendente es que Dios aún así no nos abandona. Moisés, siguiendo indicaciones, forjó una serpiente de bronce. Jesús, en la cruz, cargó con nuestro pecado siendo totalmente inocente. Exteriormente alguno podría confundirlo con un condenado más que paga el justo castigo por sus crímenes. Pero, bajo esa apariencia estaba el mismo Dios y su amor por nosotros. Por eso hay que mirar la cruz. Desde ella Jesús sigue atrayendo a los hombres hacia Él.
En estos días de Cuaresma somos invitados a levantar nuestra mirada hacia el ultrajado para descubrir su corazón de carne que nos ama con amor también divino. Se nos anima a esperar la salvación de la Cruz de donde, aparentemente, no puede salir la vida. Pero quien mira con fe es reconciliado y se le abre un mundo nuevo. Quien no cree, dice Jesús, morirá por sus pecados. Quien cree encontrará en Cristo el perdón de sus faltas y la posibilidad de una vida totalmente nueva.
El salmo pide a Dios que no nos esconda su rostro. Dios no lo hace, pero nos lo muestra, envuelto de dolor y de dulzura en el Crucificado.
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lunes, 22 de marzo de 2010

Palabra de Dios del Lunes 22 de Marzo del 2010

Liturgia de las Horas: 1ra. Semana del Salterio
Color: Morado
Santoral

Lecturas de la liturgia
  • Primera Lectura: Daniel 13,1-9.15-17.19-30.33-62
    "Ahora tengo que morir, siendo inocente"
    En aquellos días, [vivía en Babilonia un hombre llamado Joaquín, casado con Susana, hija de Jelcías, mujer muy bella y religiosa. Sus padres eran honrados y habían educado a su hija según la ley de Moisés. Joaquín era muy rico y tenía un parque junto a su casa; como era el más respetado de todos, los judíos solían reunirse allí. Aquel año fueron designados jueces dos ancianos del pueblo, de esos que el Señor denuncia diciendo: "En Babilonia la maldad ha brotado de los viejos jueces, que pasan por guías del pueblo." Solían ir a casa de Joaquín, y los que tenían pleitos que resolver acudían a ellos. A mediodía, cuando la gente se marchaba, Susana salía a pasear por el parque de su marido. Los dos ancianos la veían a diario, cuando salía a pasear en el parque, y se enamoraron de ella. Pervirtieron su corazón y desviaron los ojos, para no mirar a Dios ni acordarse de sus justas leyes.
    Un día, mientras acechaban ellos el momento oportuno, salió ella como de ordinario, sola con dos criadas, y tuvo ganas de bañarse en el parque, porque hacía mucho calor. Y no había nadie allí, fuera de los dos ancianos escondidos y acechándola. Susana dijo a las criadas: "Traedme el perfume y las cremas y cerrad la puerta del parque mientras me baño." Apenas salieron las criadas, se levantaron los dos ancianos, corrieron hacia ella y le dijeron: "Las puertas del parque están cerradas, nadie nos ve, y nosotros estamos enamorados de ti; consiente y acuéstate con nosotros. Si no, daremos testimonio contra ti diciendo que un joven estaba contigo y que por eso habías despachado a las criadas." Susana lanzó un gemido y dijo: "No tengo salida: si hago eso, seré rea de muerte; si no lo hago, no escaparé de vuestras manos. Pero prefiero no hacerlo y caer en vuestras manos antes que pecar contra Dios." Susana se puso a gritar, y los ancianos, por su parte, se pusieron también a gritar. Uno de ellos fue corriendo y abrió la puerta del parque. Al oír los gritos en el parque, la servidumbre vino corriendo por la puerta lateral a ver qué le había pasado. Y cuando los ancianos contaron su historia, los criados quedaron abochornados, porque Susana nunca había dado que hablar.
    Al día siguiente, cuando la gente vino a casa de Joaquín, su marido, vinieron también los dos ancianos con el propósito criminal de hacer morir a Susana. En presencia del pueblo ordenaron: "Id a buscar a Susana, hija de Jelcías, mujer de Joaquín." Fueron a buscarla y vino ella con sus padres, hijos y parientes. Toda su familia y cuantos la veían lloraban. Entonces los dos ancianos se levantaron en medio de la asamblea y pusieron las manos sobre la cabeza de Susana. Ella, llorando, levantó la vista al cielo, porque su corazón confiaba en el Señor. Los ancianos declararon: "Mientras paseábamos nosotros solos por el parque, salió ésta con dos criadas, cerró la puerta del parque y despidió a las criadas. Entonces se le acercó un joven que estaba escondido y se acostó con ella. Nosotros estábamos en un rincón del parque y, al ver aquella maldad, corrimos hacia ellos. Los vimos abrazados, pero no pudimos sujetar al joven, porque era más fuerte que nosotros y, abriendo la puerta, salió corriendo. En cambio, a ésta le echamos mano y le preguntamos quién era el joven, pero no quiso decírnoslo. Damos testimonio de ello." Como eran ancianos del pueblo y jueces,] la asamblea [los creyó y] condenó a muerte a Susana. Ella dijo gritando: "Dios eterno, que ves lo escondido, que lo sabes todo antes de que suceda, tú sabes que han dado falso testimonio contra mí, y ahora tengo que morir, siendo inocente de lo que su maldad ha inventado contra mí."
    El Señor la escuchó. Mientras la llevaban para ejecutarla, Dios movió con su santa inspiración a un muchacho llamado Daniel; éste dio una gran voz: "¡No soy responsable de ese homicidio!" Toda la gente se volvió a mirarlo, y le preguntaron: "¿Qué pasa, qué estás diciendo?" Él, plantado en medio de ellos, les contestó: "Pero, ¿estáis locos, israelitas? ¿Conque, sin discutir la causa ni apurar los hechos condenáis a una hija de Israel? Volved al tribunal, porque ésos han dado falso testimonio contra ella."
    La gente volvió a toda prisa, y los ancianos le dijeron: "Ven, siéntate con nosotros y explícate, porque Dios mismo te ha nombrado anciano." Daniel les dijo: "Separadlos lejos uno del otro, que los voy a interrogar yo." Los apartaron, él llamó a uno y le dijo: "¡Envejecido en años y en crímenes! Ahora vuelven tus pecados pasados, cuando dabas sentencias injustas condenando inocentes y absolviendo culpables, contra el mandato del Señor: "No matarás al inocente ni al justo." Ahora, puesto que tú la viste, dime debajo de qué árbol los viste abrazados." El respondió: "Debajo de una acacia." Respondió Daniel: "Tu calumnia se vuelve contra ti. El ángel de Dios ha recibido la sentencia divina y te va a partir por medio." Lo apartó, mandó traer al otro y le dijo: "¡Hijo de Canaán, y no de Judá! La belleza te sedujo y la pasión pervirtió tu corazón. Lo mismo hacíais con las mujeres israelitas, y ellas por miedo se acostaban con vosotros; pero una mujer judía no ha tolerado vuestra maldad. Ahora dime: ¿bajo qué árbol los sorprendiste abrazados?" Él contestó: "Debajo de una encina." Replicó Daniel: "Tu calumnia se vuelve contra ti. El ángel de Dios aguarda con la espada para dividirte por medio. Y así acabará con vosotros."
    Entonces toda la asamblea se puso a gritar bendiciendo a Dios, que salva a los que esperan en él. Se alzaron contra los dos ancianos a quienes Daniel había dejado convictos de falso testimonio por su propia confesión. Según la ley de Moisés, les aplicaron la pena que ellos habían tramado contra su prójimo y los ajusticiaron. Aquel día se salvó una vida inocente.
  • Salmo Responsorial: 22
    "Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo"
    El Señor es mi pastor, nada me falta:
    en verdes praderas me hace recostar;
    me conduce hacia fuentes tranquilas
    y repara mis fuerzas. R.
    Me guía por el sendero justo,
    por el honor de su nombre.
    Aunque camine por cañadas oscuras,
    nada temo, porque tú vas conmigo:
    tu vara y tu cayado me sosiegan. R.
    Preparas una mesa ante mí,
    enfrente de mis enemigos;
    me unges la cabeza con perfume,
    y mi copa rebosa. R.
    Tu bondad y tu misericordia me acompañan
    todos los días de mi vida,
    y habitaré en la casa del Señor
    por años sin término. R.
  • Evangelio: Juan 8,12-20
    "Yo soy la luz del mundo"
    En aquel tiempo, Jesús volvió a hablar a los fariseos: "Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. Le dijeron los fariseos: "Tú das testimonio de ti mismo, tu testimonio no es válido." Jesús les contestó: "Aunque yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio es válido, porque sé de dónde he venido y adónde voy; en cambio, vosotros no sabéis de dónde vengo ni adónde voy. Vosotros juzgáis según la carne; yo no juzgo a nadie; y, si juzgo yo, mi juicio es legítimo, porque no estoy yo solo, sino que estoy con el que me ha enviado, el Padre; y en vuestra ley está escrito que el testimonio de dos es válido. Yo doy testimonio de mí mismo, y además da testimonio de mí el que me envió, el Padre." Ellos le preguntaban: "¿Dónde está tu Padre?" Jesús contestó: "Ni me conocéis a mí ni a mi Padre; si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre."
    Jesús tuvo esta conversación junto al arca de las ofrendas, cuando enseñaba en el templo. Y nadie le echó mano, porque todavía no había llegado su hora.
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Comentario: LA LUZ

22-03-2010 Dn 13, 1-9.15-17.19-30.33.62; Salm 22, 1-6; Juan 8, 12-20
En el Evangelio encontramos varias definiciones que Jesús da de sí mismo. Hoy leemos una de ellas: “Yo soy la luz del mundo”.
En algunas culturas y tradiciones filosóficas encontramos el lenguaje de la iluminación. Recuero la película “Phenomenon”, en la que una persona es un día alcanzada por una especie de rayo místico y desarrolla unas potencialidades que desconocía. Igualmente algunas sectas de corte gnóstico hablan de los iluminados, nombre que también encontramos vinculado a grupos secretos.
Pero Jesús no habla en se sentido. Él no es un personaje humano que ha alcanzado una comprensión especial y más profunda de la realidad humana, sino que es Dios encarnado. Y como tal se presenta como la luz del mundo. Es Él quien ilumina a los hombres y los conduce para que no caminen en tinieblas. La luz es una imagen de Cristo, que se opone a la oscuridad del mundo.
Al igual que la luz nos permite darnos cuenta de las cosas que hay a nuestro alrededor, y que sin ella pasarían desapercibidas, Jesucristo nos hace descubrir la verdad de nuestra vida. Rechazar a Jesucristo es rechazar esa luz y, por tanto, permanecer en las tinieblas.
Hay un cuento de Wells, el materialista, titulado “El país de los ciegos”. Narra la historia de un hombre que llega a una región extraña y aislada en la que nadie tiene ojos. El piensa que allí será el rey porque puede ver, pero pronto empieza a descubrir lo contrario. Los habitantes de aquella región lo han organizado todo para vivir en la oscuridad y el único que no se adapta es el que ve. Trabajan de noche y duermen de día; en las casas no se ve nada y él tropieza continuamente… Es así que, finalmente, deciden arrancarle los ojos, porque no aceptan que pueda existir algo así como la vista, la luz o los colores.
Jesucristo nos abre a nuevos aspectos de la vida por cuanto nos hace presente la alta dignidad a la que estamos llamados. A través suyo, como dice el Evangelio de hoy, nos es dado conocer al Padre y aceptar que, por la gracia, somos hijos. Separarse de Cristo o minimizarlo supone alejarse de esa paternidad divina, no conocerla.
El evangelio nos describe la terrible decisión de aquellos que deciden prescindir de la luz acabando con Cristo. Dejar que Jesús nos ilumine es estar abiertos a que, continuamente, nos descubra la verdad de nuestra vida y nos muestre el camino de la santidad, en dependencia del Padre, que podemos seguir.

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domingo, 21 de marzo de 2010

Palabra de Dios del Domingo 21 de Marzo del 2010

Liturgia de las Horas: 1ra. Semana del Salterio
Color: Morado
Santoral

Lecturas de la liturgia
  • Primera Lectura: Isaías 43, 16-21
    "Mirad que realizo algo nuevo y apagaré la sed de mi pueblo"
    Así dice el Señor, que abrió camino en el mar y senda en las aguas impetuosas; que sacó a batalla carros y caballos, tropa con sus valientes; caían para no levantarse, se apagaron como mecha que se extingue. "No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo; mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis? Abriré un camino por el desierto,
    ríos en el yermo.
    Me glorificarán las bestias del campo, chacales y avestruces,
    porque ofreceré agua en el desierto, ríos en el yermo,
    para apagar la sed de mi pueblo, de mi escogido, el pueblo que yo formé, para que proclamara mi alabanza."
  • Salmo Responsorial: 125
    "El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres."
    Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar:
    la boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares. R.
    Hasta los gentiles decían: "El Señor ha estado grande con ellos." El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres. R.
    Que el Señor cambie nuestra suerte, como los torrentes del Negueb. Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares. R.
    Al ir, iba llorando, llevando la semilla; al volver, vuelve cantando, trayendo sus gavillas. R.
  • Segunda Lectura: Filipenses 3, 8-14
    "Por Cristo lo perdí todo, muriendo su misma muerte"
    Hermanos: Todo lo estimo pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor.
    Por él lo perdí todo, y todo lo estimo basura con tal de ganar a Cristo y existir en él, no con una justicia mía, la de la Ley, sino con la que viene de la fe de Cristo, la justicia que viene de Dios y se apoya en la fe.
    Para conocerlo a él, y la fuerza de su resurrección, y la comunión con sus padecimientos, muriendo su misma muerte, para llegar un día a la resurrección de entre los muertos.
    No es que ya haya conseguido el premio, o que ya esté en la meta: yo sigo corriendo a ver si lo obtengo, pues Cristo Jesús lo obtuvo para mí.
    Hermanos, yo no pienso haber conseguido el premio. Sólo busco una cosa: olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacia lo que está por delante, corro hacia la meta, para ganar el premio, al que Dios desde arriba llama en Cristo Jesús.
  • Evangelio: Juan 8, 1-11
    "El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra"
    En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.
    Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron: "Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?"
    Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo.
    Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo.
    Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: "El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra."
    E inclinándose otra vez, siguió escribiendo.
    Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos.
    Y quedó sólo Jesús, con la mujer, en medio, que seguía allí delante. Jesús se incorporó y le preguntó: "Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?" Ella contestó: "Ninguno, Señor."
    Jesús dijo: "Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más."
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Comentario: ARREPENTIMIENTO

21-03-2010 iS 43, 16-21; sALM 125, 1-6; fLP 3, 8-14; jUAN 8, 1-11
Dentro del tiempo cuaresmal y próximos ya a la Semana Santa, las lecturas de hoy empiezan con exclamaciones de alegría y esperanza. Isaías nos habla de lo nuevo que se acerca (figura de la Pascua); el Salmo canta las obras de Dios a favor de su pueblo: “El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres”; y san Pablo, en fin, nos recuerda que ya ha ganado el premio, pero que sigue corriendo hacia delante.
En estos tres textos y en el evangelio, se subraya la distinción entre lo ya pasado y lo que está por venir. Lo ya pasado es, principalmente, el pecado y también el trabajo penitencial que en la Pascua ha de ver sus frutos (“Los que sembraban con lágrimas, cosechan entre cantares“). Al mismo tiempo, se nos va concienciando para que olvidemos todo lo pasado (“No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo”, dice Isaías, y Pablo añade “Olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacia lo que está por delante corro…”. Si nos fijamos, es lo mismo que Jesús le dice a la mujer adúltera: “Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más”.
¿Qué quiere decir todo esto? Algo muy sencillo: que la renovación de nuestro corazón por parte de Dios es total. Él perdona verdaderamente nuestros pecados y nos hace hombres nuevos. Es el misterio de su resurrección. Nuestra vida antigua, lo que san Pablo denomina “el hombre viejo”, es transformada por la misericordia de Dios. Se nos dice esto al final de la Cuaresma para que no decaiga nuestra lucha. ¿Estás cansado porque se te hace largo el camino de la conversión? Mira adelante. Como dice el Apóstol, piensa que ya has obtenido el premio pero que aún no has llegado a la meta. Corre con esperanza.
Lo contrario es la actitud de los que rodean a la mujer adúltera y la acusan. Jesús, ante ellos se agacha y dibuja en el suelo. Parece que les esté diciendo: “No entendéis nada, creéis que un pecador lo es para siempre”. Esa gente condenaba porque no sospechaban el poder de la misericordia de Dios (ni se lo imaginaban). Estaban tan orgullosos de sí mismos, se creían tan virtuosos, que ignoraban completamente el amor de Dios. Por eso, cuando Jesús los coloca ante la verdad de su vida (“El que esté libre de pecado que tire la primera piedra”) no saben qué hacer y se van. Desgraciados. Si se hubieran quedado, como aquella mujer pecadora, habrían obtenido el perdón, una verdadera renovación interior; pero se van porque su conciencia les acusa y su orgullo les impide pedir perdón.
¡Qué distinto es el remordimiento del arrepentimiento! El remordimiento es la conciencia del mal realizado. Puede llegar a ser destructivo (cuánta gente ha caído en el alcoholismo o incluso en el suicidio porque no soportaban esa voz de su conciencia). El arrepentimiento, en cambio, es positivo. Como la mujer adúltera, vemos nuestro pecado. Pero más allá de él vemos a Jesús, su amor y la posibilidad real de cambiar nuestra vida. ¡Vete y no peques más! La mujer se fue contenta, su vida había cambiado; Jesucristo había transformado su corazón.

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sábado, 20 de marzo de 2010

Palabra de Dios del Sábado 20 de Marzo del 2010

Liturgia de las Horas: 4ta. Semana del Salterio
Color: Morado
Santoral

Lecturas de la liturgia
  • Primera Lectura: Jeremías 11,18-20
    "Yo, como cordero manso, llevado al matadero"
    El Señor me instruyó, y comprendí, me explicó lo que hacían. Yo, como cordero manso, llevado al matadero, no sabía los planes homicidas que contra mí planeaban: "Talemos el árbol en su lozanía, arranquémoslo de la tierra vital, que su nombre no se pronuncie más." Pero tú, Señor de los ejércitos, juzgas rectamente, pruebas las entrañas y el corazón; veré mi venganza contra ellos, porque a ti he encomendado mi causa.
  • Salmo Responsorial: 7
    "Señor, Dios mío, a ti me acojo."
    Señor, Dios mío, a ti me acojo,
    líbrame de mis perseguidores y sálvame,
    que no me atrapen como leones
    y me desgarren sin remedio. R.
    Júzgame, Señor, según mi justicia,
    según la inocencia que hay en mí.
    Cese la maldad de los culpables,
    y apoya tú al inocente,
    tú que sondeas el corazón y las entrañas,
    tú, el Dios justo. R.
    Mi escudo es Dios,
    que salva a los rectos de corazón.
    Dios es un juez justo,
    Dios amenaza cada día. R.
  • Evangelio: Juan 7,40-53
    "¿Es que de Galilea va a venir el Mesías?"
    En aquel tiempo, algunos de entre la gente, que habían oído los discursos de Jesús, decían: "Éste es de verdad el profeta." Otros decían: "Éste es el Mesías." Pero otros decían: "¿Es que de Galilea va a venir el Mesías? ¿No dice la Escritura que el Mesías vendrá del linaje de David, y de Belén, el pueblo de David?" Y así surgió entre la gente una discordia por su causa. Algunos querían prenderlo, pero nadie le puso la mano encima.
    Los guardias del templo acudieron a los sumos sacerdotes y fariseos, y éstos les dijeron: "¿Por qué no lo habéis traído?" Los guardias respondieron: "Jamás ha hablado nadie como ese hombre." Los fariseos les replicaron: "¿También vosotros os habéis dejado embaucar? ¿Hay algún jefe o fariseo que haya creído en él? Esa gente que no entiende de la Ley son unos malditos." Nicodemo, el que había ido en otro tiempo a visitarlo y que era fariseo, les dijo: "¿Acaso nuestra ley permite juzgar a nadie sin escucharlo primero y averiguar lo que ha hecho?" Ellos le replicaron: "¿También tú eres galileo? Estudia y verás que de Galilea no salen profetas." Y se volvieron cada uno a su casa.
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Comentario: EL INOCENTE

20-03-2010 Jr 11, 18-20; Salm 7, 2-3.9-12; Juan 7, 40-53
En la primera lectura se nos presenta, en la persona de Jeremías, una figura de Cristo. El profeta fue perseguido por ser fiel transmisor de las palabras de Dios y anticipaba la pasión de Jesucristo. Hay un sufrimiento del justo, del inocente, que es asumido voluntariamente en aras a la salvación de los hombres.
En el mundo muchas personas padecen injustamente. Algunos son víctimas de desastres naturales o enfermedades; otros son perseguidos y, de entre estos, algunos lo son precisamente por su amor a la verdad y su bondad. Cuando leemos noticias, como las de estos días, en que una multitud apedrea a los cristianos coptos en Egipto o que unos quinientos cristianos son asesinados en Nigeria revivimos el misterio de Cristo.
En el Evangelio se nos dice que querían prender a Jesús. Temían sin embargo la popularidad del Señor, consecuencia de su misericordia y de los milagros que había realizado. En ese contexto vemos a muchos que no acaban de decidirse y discuten entre ellos sobre si merece que lo detengan o no. Esa disparidad de opiniones no nace de la persona de Jesucristo, sino del hecho de que cada uno de nosotros ha de responder ante su persona. Hemos de decidir si queremos estar con Él o no. La situación que planeta el evangelio es especialmente llamativa porque, a diferencia de otros momentos, en que se plantean situaciones semejantes, el contexto es peligroso: hay guardias y hay una intención por parte del poder de acabar con el Señor.
A pocos días de la Semana Santa, donde contemplaremos el abajamiento extremo de nuestro Salvador, podemos reflexionar sobre si nosotros elegimos a Jesús y queremos permanecer con Él en todas las circunstancias. No nos engaña y por eso nos indica que junto a Él pueden venir las persecuciones. En la escena de hoy Jesús no dice nada, pero está en boca de todos. Los fariseos llegan a maldecir y a tratar de ignorantes a la gente sencilla que confiesa sin ambages la medianidad de Jesús. Los soldados no se atreven a reducirlo porque les asombra su lenguaje, Nicodemo hace una tentativa de defensa… ¿dónde estamos nosotros?
Sin duda deseamos estar junto al inocente. La primera lectura y el salmo nos indican que en nuestra identificación con Cristo podemos sufrir también persecución e incomprensiones. Pero debajo de lo que acontece a los ojos del mundo hay un hecho y es que allí, junto a los que sufren está el Señor, y se realiza la salvación.
Pidámosle con sencillez que seamos capaces de perseverar a su lado y mantenernos en la inocencia de corazón. Que su gracia nos mantenga limpios y no permita que cedamos a la tentación de ofenderlo.

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